Con la primavera la gravedad parecía habérsele desprendido del cuerpo junto al abrigo, descubriendo por fin, la tan deseada levedad de su ser. Pesaba tan poco que desde que llegó a la fiesta se sintió flotando, transportado como el polen hacia la flor entre sus amigos, por una brisa que, de pronto, frenó en seco.
Al ver a Mía bailando, sudando ecuaciones y teoremas, Héctor cayó desde el cielo a plomo. Los 15 años en que no se habían visto parecían haberla cambiado poco más que de marca de vaqueros.
Héctor había tenido muchos profesores, pero solo ella se había ganado el título de Maestra. Si había conseguido cierta claridad mental fue gracias a la paciencia con la que Mía les enseñó a sumar manzanas con manzanas y peras con peras. Aún guardaba la TDK que les regaló a cada uno el último día de Instituto, en las que había grabado sus temas preferidos y de su mano, en las carátulas, una frase: Si el alumno no supera al maestro, ni es bueno el alumno ni es bueno el maestro. Era la despedida. Tan pronto como Mía le dio el cassette, Héctor le arrancó las dos pestañas de plástico para blindarla, sin ser consciente de que con este gesto hacía lo mismo con su corazón.
No daba crédito. Bailando frente a él tenía a la protagonista de sus diarios. Se acordó del famoso par de rectas paralelas que Mía dibujó sobre la pizarra verde esperanza oscura; y de cómo, mirándole a él, les aclaró que por mucho que se prolongaran nunca se encontrarían. Entonces, siendo adolescente y viniendo de Mía, la palabra nunca le provocó asfixia. Por la noche emborronó un cuaderno entero. Igual que aquel día, se imaginó aquellas dos rectas avanzando hacia el infinito, sin perderse ojo, guardando las distancias, siempre equidistantes, sin encontrarse, The Stones Roses, This is the one, Mía frente a él… y se volvió a asfixiar.
Para cuando los ventrículos de Héctor dejaron de darse cabezazos contra el pecho, Mía ya se había bajado del mundo. Estaba afuera, tumbada sobre el césped, mirando las estrellas con esa sonrisa de qué bonita es la vida y qué poco me quejo que el alcohol le provocaba.
Según Héctor se iba acercando, el ritmo cardíaco se le volvió a desbocar. Pero como aún mantenía en plena forma su intrepidez, se pudo tumbar junto a ella casi con naturalidad, y cogiendo carrerilla se lanzó ¿Cuántas hay? Mía, concentrada en localizar Cassiopea, ni se inmutó. Un número perfecto, respondió sin mirarle. Después de oír por primera vez su voz, Héctor ya no pudo frenar : Más de 496, eso se ve, así que serán unas 8128. Porque además de estar cerca del máximo número de estrellas visibles desde la tierra, el siguiente número perfecto es el 33.550.336 y de ser así parecerían unas 10 perfectas plagas de langostas.
Aquella pedantería la hizo caer como estrella fugaz, describiendo un arco perfecto de la Vía Láctea a los ojos de… Héctor! Al reconocerlo pronunció su nombre como chupinazo en los San Fermines y con aquel abrazo borraron los años en los que no se habían visto. Eres un hombre! Dijo como quien descubriera el fuego y por primera vez sintiera el poder de su calor.
Reconocerse les costó dos párrafos, con media docena de recuerdos reavivaron el cariño y encajar algún que otro chiste les bastó para aflojar y sentirse amigos. Suficiente para que Héctor retomara la conversación donde la suspendieron ¿Y ahora que soy un hombre, vamos a seguir siendo dos líneas paralelas? Eso espero, podría ser casi tu madre, recibió a cambio.
Los intestinos de Héctor se anudaron con rabia adolescente. ¿Cómo una mujer tan lista podía llegar a parecer tan tonta? 15 años después volvía a poner la misma excusa. Si permanecieron "en paralelo" fue por su miedo compulsivo a saltarse una estúpida norma. En cualquiera de los casos, continuó, tú me enseñaste que para que dos líneas sean paralelas es necesario que permanezcan siempre en un mismo plano no a tomar por culo. Ambos lo dejaron estar.
Añadieron dos párrafos más a sus pasados, volvieron a recordar y a reír. Mía le intentó convencer de la fuerza que requiere aceptar paralelas en nuestras vidas. Le habló de su determinación por aprender a no intersectar. De cómo cuanto más aprendiera a respetar su libertad menos toleraría la intersección, y por lo tanto, menos intersectaría… Y mientras contaba que dentro de ella habían un montón de paralelas y que a menudo tenía que intervenir para que no se perdieran el respeto unas a otras, localizaron Cassiopea. Lo cual Héctor celebró con un beso para por fin callarla, bajo su luz.
Mía, no es que no respete tu monólogo, al contrario. Pero mi cuerpo también me está hablando de geometría; Me está pidiendo a gritos que me intersecte contigo, esta noche, en mi casa ¿Qué le digo?
Ahora que todos somos adultos y siendo ellos personajes de un relato situado en una fiesta, en un chalet a las afueras de una gran ciudad, en una primavera del siglo XXI; se nos hace evidente que el que Mía sea mayor que él no se sostiene como razón por la que negarse; no nos extrañaría que este mismo motivo provocara el efecto contrario.
Aún así Mía se negó, esta vez el argumento cargaba con el peso de otros miedos: Las rectas que se intersectan en un punto llegan de planos distintos y antes o después están abocadas a desencontrarse, al contrario que las rectas paralelas, que como bien has dicho, permanecen siempre en un mismo plano.
A Héctor aquello no le sonó del todo a negativa, sino todo lo contrario. Mía, yo no he dicho que fuéramos rectas, sino líneas, líneas flexibles, mucho más resistentes que las tozudas, empecinadas, tercas y recalcitrantes rectas.
Si el alumno no supera al maestro, ni es bueno el alumno ni es bueno el maestro. Lo que Héctor le acababa de decir tenía mucho peso, todo el que parecía haberle quitado a ella. Gracias a la, por fin, recobrada levedad de su ser, a la primavera y a su admiración por aquel hombre quien años atrás ya fue un chico admirable, accedió: Llévame a tu casa.
La TDK de los 80 que prometí a Virginia y Juan Carlos. Un abrazo, chicos.
ResponderEliminarBien, Mónica!!!!!
ResponderEliminarCada día escribes mejor...
Felicidades y muchas gracias.
¡¡¡Bien por Mía, bien por Héctor, bien por la narradora!!!
ResponderEliminarEnhorabuena Mónica, cómo vas afinando, te lanzas a comparaciones divertidas y sorprendentes, los diálogos son muy buenos, y mantienes la tensión... Es una historia bonita y me imaginaba a Mía repleta de preciosas curvas...
GENIAL!!!! Me encanta ARTISTA!!!! Muchísimas gracias por todos los buenos ratos que nos sigues dando con cada relato!!!! Un abrazo enorme
ResponderEliminarGracias Mónica por acordarte de nosotros, el relato me ha encantado y creo que todos somos un poco melancólicos, nos gusta gusta el recuerdo agradable del pasado.
ResponderEliminarEnvidio Héctor, otros se hubieran ido de la fiesta por prejuicios.
Sigue escribiendo, NON STOP, como en el trial.
Toño dijo...¡como me ha gustado lo de las TDK! yo era de aquellos que las grababa e iba regalándolas...gracias por tus hermosas palabras y recuerdos ochenteros
ResponderEliminarUna vez más, gracias por vuestra generosidad.
ResponderEliminarJuan, Mr Motivator, te has colado en mi vida, ya no te pienso dejar ir.
Eduardo, tú si que afinas!! Te sigo, poeta.
Rosana, estoy feliz de haberte encontrado.
Juan Carlos, lo prometido es deuda, Non stop, como en el trial ; )
To~o, gracias por tu luz.
Un abrazo enorme a todos!!!
...hay algo que no me gusta de tus relatos ...cuando acaban.
ResponderEliminarEspero seguir APRENDIENDO DE Tí y superarte.
Un abrazo uhhhhmmmmm.
Inma, me tienes superadísima, lo supe mucho antes de pedirte que saltaras a aquella mágica isla, fue por eso que te lo pedí!! Gracias por tu valentía, por sobrevivir a los vientos y por tu valiosa amistad. Sigamos saltando juntas, hasta que la muerte nos separe ; )
ResponderEliminar... qué piernas se nos van a poner!!! ; ))
ResponderEliminarSÍ, quiero!!! : )
ResponderEliminarMe han encantado tanto la historia como las analogías geométricas. Ha sido una delicia recordar aquellos maravillosos años del instituto.
ResponderEliminarDesde hoy te leo y te sigo.
Un saludo afectuoso desde
http://quemecuento-ruizmora.blogspot.com,
Miguel
Siéntete bien recibido, Miguel. Muchas gracias. Me he asomado a tu blog y me he encontrado con una máquina productora de silogismos! Qué creatividad! Nos leemos.
ResponderEliminarExcelente el ritmo de tu relato, Mónica y por lo que veo, el alumno superó al maestro, la maestra, en una geometría perfecta.
ResponderEliminarBienvenida a mi casa, gracias por tus comentarios, también te enlacé. Con tiempo, iré leyendo tus relatos antiguos.
Un saludo
Gracias a ti también, Myriam. Has ido a comentar uno de mis relatos preferidos. Nos leemos.
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